jueves, 18 de octubre de 2012

La casa era muy linda, por fuera parecía un hogar muy similar a aquellos que suelen aparecer en las revistas para promocionar a una familia feliz o aquellos lugares que están en películas con el fin de transmitir una sensación de felicidad y confianza.
Las paredes exteriores estaban construidas con pequeños ladrillos color naranja oscuro, era agradable observar el muro, pero a la vez era muy tortuoso; generaba desconfianza, miedo de entrar por aquellas grandes puertas que fingían ser seguras...
La casa no era mía, pero le pertenecía a una persona a la que yo le tenia mucho aprecio. Iba bastante seguido, dos veces por semana mas o menos, casi siempre me quedaba en el umbral para evitar que ella me absorbiera. De todas maneras, cada tanto me invitaban a tomar asiento en el living y me convidaban con un café con masitas.  Las tardes que pasaba allí dentro, eran los momentos mas incómodos de mi vida; todos los seres que se paseaban cerca del sillón en el que me sentaba; me susurraban al oído palabras, cosas que transformaban mi estado anímico en cuestión de segundos; eran murmullos secos sin vida, que repetían una y otra vez lo mismo, sin parar, en ningún momento. Creo que esos instantes fueron el peor modo que emplee para perder mis siestas... Me arrepiento mucho de haber ido a visitar a mi querido amigo aquellas tardes de septiembre, pero bueno, si no hubiese asistido esos días, nunca me hubiese percatado del asunto que escondía tras las rejas de sus ventanas prisioneras aquel lugar...
La ultima vez que golpee su puerta de madera decorada con dibujos dorados, la ultima vez que tome el camino corto para llegar rápido, la ultima vez que merendé con mi amigo, la ultima vez que grite desesperadamente con mi voz interna para buscar escape, la ultima vez que quise despertarlo para que corra y pueda ser otra persona diferente fuera de su casa, la ultima vez que sacudí violentamente los almohadones de aquel cómodo sillón que me obligaba a sentarme, la ultima vez que intente derrumbar las paredes internas para llegar a destruir totalmente a aquella bestia, la ultima vez que me sudaron las manos por los nervios de no saber si tenia la razón,  la ultima vez que se me desquebrajo la voz intentando de convencer a alguien con mentalidad cerrada, la ultima vez que intente ahorcar con mis argumentos a aquellas voces, la ultima vez que le dirigí la palabra a mi amigo... La ultima vez fue un día de semana, miércoles para ser mas exacto, la cuarta fecha del mes de noviembre.
El vivía en frente, mi atajo consistía en correr la calle a toda velocidad intentando evitar los escasos autos que pasaban en un pueblito a las tres de la tarde. No se porque corría, era como un especie de acto de sado masoquismo, en el que me impulsaba hacia una muerte segura, en la que el cariño de una amistad de años, era; en realidad la base de la creación de una maquina de destrucción completa de mi propio ser. Creo que hubiese sido mas simple tirarme de una terraza, pero no.
Me abrió las puertas con alegría, pero cuando entre, cerro todo con llave, utilizando una cerradura imaginaria, de esas que se compran en las tiendas que venden hipocresía y otros elementos de uso cotidiano.
Esta ultima vez, no tomamos el café con masitas, tampoco nos sentamos en el cómodo sillón con cojines acolchonados. Fuimos directamente a la habitación, estaba un poco exaltado, nunca había ido a aquel sitio, conocía muy bien a la casa, pero ese cuarto era sagrado, el nunca dejaba entrar a nadie... Bueno, cada tanto metía a gente de confianza allí, pero este no era mi caso.
Al entrar todas mis fantasías se derrumbaron, pero las paredes no. Fue horrible, era como estar encerrado en una caja, y no cualquier caja, un envase sin sentido, era una especie de pecera en la que el me observaba mientras introducía en mi litros y litros de ideas equivocas.
Ya conocía esos pensamientos, pero antes eran solo murmullos, y en ese instante se transformaron en baldasos de agua fría que tenían la intención de diluir mi juicio, tal como se disuelve un sobre de jugo Tang en una jarra de agua.
No había ventanas, me faltaba el aire, o mejor dicho me faltaba la libertad de expresión, desaparecía mi capacidad de volar con mi mente.
Aquel encierro que estaba viviendo, era un reclutamiento que había estado vivido mi amigo durante años.
El nunca entendió mis ideas, nunca las quiso aceptar. Siempre intento meter en mi cabeza conceptos ajenos a mi. Pero bueno, era solo una mente cerrada mas. Otra de esas mentes mas en el mundo. Otro cerebro aislado en una caja de cristal... Solo era un pez mas en una pecera, un pez que quería atrapar pájaros y ahogarlos en unas aguas turbias. Afortunadamente, un ave es mas fuerte que un simple pececito, una mente con ventanas tiene mas poder que una mente encerrada en una jaula sin salida.
Logre salir de aquel aprieto, ¿saben por que? Porque nunca voy a dejar que alguien encarcelado me atrape a mi.