viernes, 7 de junio de 2013

La presidenta de un país ubicado al sur de Norteamérica, en una zona denominada Sudamérica; descubrió que una manera de mejorar el estatus del país era mediante la incentivación de la fabricación de mermelada de frutas, por lo cual decidió utilizar gran parte de los fondos estatales en la construcción de infraestructura adecuada para que se puedan realizar las actividades correspondientes para la obtención del producto final. La otra parte del dinero la empleó para pagar los sueldos de los participantes en el proyecto en cuestión, y los sobrantes económicos los invirtió en un plan “X”. Este último era desconocido para todos, nadie sabía en que se basaba exactamente; pero yo no voy a hablar de él, porque ese es tema aparte, además no poseo conocimientos al respecto, y no es bueno hablar sobre cosas que no se saben, ya que uno siempre termina diciendo tonterías inventadas por uno mismo o escuchadas mientras se hace la cola para pagar el kilo de harina comprado en el almacén.
De lo que sí puedo charlar debido a que conozco demasiadas cosas del asunto, es sobre la misteriosa empresa azucarada. Yo fui uno de los primeros aprendices de dicho lugar, es por esa razón que les puedo desvelar gran parte de los secretos de él.
La industria dulcera al comienzo funcionó perfectamente, todos amaban el sabor que imprimía en las personas el sistema implementado por las autoridades; muchas pasiones fueron liberadas y llevadas del dicho al hecho gracias la excelente organización realizada. Era un verdadero honor estudiar allí, pocos países eran los que contaban con un sitio en el que se pueda aprender a ser maestros en el tema…
¡Qué bonitos que fueron aquellos primeros tiempos en los que los estudiantes tenían el placer de degustar la mermelada! Su sabor era exquisito, una cucharada de la sustancia bastaba para llenar a mí ser de autorrealización.
La infraestructura de las centrales formadoras de profesionales en el arte de hacer mermelada estaba en perfectas condiciones, y los educadores sabían cómo hacer que sus alumnos aprendan las cantidades necesarias de azúcar y frutas que había que colocar en la mezcla para obtener un resultado viscoso y sabroso como la victoria.
El pueblo también estaba muy feliz, sus necesidades eran satisfechas correctamente gracias al método mermeladístico. Cada vez que tenían algún problema que no podía ser resuelto por ellos mismos, salían a la ciudad en búsqueda de alguno de los nuevos profesionales; quienes ante las dificultades surgidas en la vida mostraban una brillante solución.
Las voces del exterior halagaban la manera en la que aprendían los jóvenes y adultos que eran introducidos en la industria de la mermelada. Ellos ya habían probado el dulce néctar que brindaban los muchachos con sus manos y mentes maestras; es por eso que adolescentes recién formados por la educación inicial venían al país como abejas estúpidas hipnotizadas por el néctar de la miel. Migraban para convertirse en parte del panal en donde la abeja reina se preparaba para dominar.
Cuando terminaban de estudiar, si se les presentaba la oportunidad de escapar a otras tierras en búsqueda de mejores condiciones de vida o empleo; lo hacían. El país estaba orgulloso de los profesionales que había formado y que seguiría formando. La arrogancia hizo que la humildad se evaporara de la misma manera que las moléculas de H2O vuelan al alcanzar los 100°C. En el medio de la presunción, los ciudadanos entraron en duda…
 ¿Por qué nuestros profesionales escapan una vez alcanzado el título? ¿El trabajo es el problema?
En ese momento, la parte del mecanismo productor de mermeladas encargado de recolectar frutas para la futura trituración y explotación necesaria para que éstas alcancen su máxima eficiencia; descubrió que sus sueldos no cuadraban con sus expectativas, por lo cual decidieron cortar con el circuito productivo mediante un paro. No volverían a ejecutar sus tareas hasta que sus salarios aumentaran, querían llegar a fin de mes con un extra que los dejara vivir además de pagar las deudas y trabajar todo el día como esclavos. Recordaron que tenían derechos, es por eso que comenzaron a protestar sin interesarse por las frutas que estaban siendo devoradas por las diversas alimañas que circulaban por la zona. Al principio, las frutas no se quejaban; les gustaba quedarse en donde estaban, creían que era mejor quedarse estancado en el lugar que estaban sin hacer nada, antes que ser extirpadas de sus orígenes para ser lanzadas al mundo real, una zona habitada por la presentación de asuntos peores que las alimañas que vagaban por la tierra en la que se hallaban.
El paro que comenzó un día, se convirtió en costumbre. Todos los movimientos quedaban varados por un tiempo hasta que la presidenta y el resto de los miembros que constituyen al Gobierno, decidían escuchar las voces del reclamo de modo superficial para poder continuar con su brillante sistema educativo de la mermelada. Los profesores en la materia de recolección quedaron satisfechos al recibir su dinero, pero ya no estaban más interesados en su profesión, solamente unos pocos seguían ejerciendo con el mismo vigor y la misma paciencia que utilizaban cuando eran unos inexperimentados en su empleo. Por otro lado, las frutas ya no demostraban interés en escuchar las palabras que largaban sin ganas algunos profesores, y tampoco tenían ganas de oír las melodías que largaban al explicar aquellos apasionados en la enseñanza. La huerta comenzó a ser invadida por gusanos que conducían a la pudrición a los futuros productores de mermelada. Algunos docentes observaban esto con tristeza, otros solamente miraban de la misma manera que ojeaban su billetera al llegar fin de mes. Cansados de la situación, decidieron hacer otra huelga. Las frutas podridas festejaron, ahora podrían seguir consumiéndose por los insectos que lentamente invadían su interior.
Esta vez, la presidenta no quiso dar el aumento automáticamente; haberlo otorgado sin cavilar hubiera sido sinónimo de debilidad, por lo cual decidió hacer oídos sordos al tema, mientras continuaba ocupado en el proyecto “X”      y en la producción de la mermelada. Cierto día, los profesores pertenecientes al sector industrial de la mermelada, notaron que no habían frutas para continuar con el proceso, por lo cual se reunieron con la presidenta, quién pensaba que de ninguna manera se podía paralizar la producción; ya que esta era una de las actividades mejor realizadas del país. Detener el proceso, hubiera representado una catástrofe; ya que la falta de la maravillosa mermelada, habría convertido al país en turbio, los ciudadanos siempre adulaban al generador de dulzor, su eliminación o empeoramiento estructural habría producido que sus miradas tomen otro rumbo; por lo cual, notarían los otros inconvenientes que estaba atravesando el país.  Es por ello que decidió bajar la exigencias que se ejecutaban sobre las frutas, de manera que aquellas que todavía no se hallaban en condiciones para formar a ser otra cosa más de lo que eran; fueron mandadas hacia las centrales mermeladísticas, donde fueron utilizadas para producir mermelada. Algunas de las frutas podridas también sufrieron el mismo destino, al mismo tiempo que los paros continuaban y se hacían cada vez con más frecuencia, pero eso no importaba; ahora las cosas eran más fáciles, millones de oportunidades eran brindadas para que el recorrido no culminara.
¡Que inteligente nuestra abeja reina! La mermelada continuó generándose, pero ya no era la misma, era una jalea dura y desagradable; que no podía ser olida sin arrugar la nariz y fruncir la boca en señal de asco. Los profesionales dejaron de ser como eran, ya no sabía cómo hacer para que sus productos sean buenos; tampoco estaban preocupados en ser eficientes, ya nadie quiere hallar una mermelada real, los ciudadanos ahora se conforman con consumir una confitura agría e insulsa, generada por frutas que aún no son conscientes de que son frutas y de que al serlo pueden realizar cosas hermosas, en vez de esperar que los gusanos acaben con sus vidas.




viernes, 10 de mayo de 2013


Se terminó. Listo. Problema solucionado. ¿Por qué complicarnos con mentiras hacia nosotros mismos? Lo más triste es que somos conscientes de la omisión de verdad que estamos realizando, pero la tapamos, la escondemos con argumentos que inventamos instantáneamente para no pensar en ESO. ¿Qué es ESO? Oh, la verdad es que no tengo ni la menor idea, estas son solamente palabras, muchas palabras, todos las decimos a diario; así como también todos comemos, vamos al baño a realizar nuestras necesidades fisiológicas y respiramos.  Ahí está. De vuelta las palabras que nos engatusan y nos envuelven en una burbuja plástica que nos margina de ESO. De vuelta con lo mismo,  encima el encierro no está funcionando como planificaba, se me está empañando la superficie de la burbuja; esto se me está yendo de las manos. Tengo que salir de acá, definitivamente necesito un poco de aire externo, o mejor un respiro tuyo; quiero un suspiro, de esos soplidos de vida que me regalabas cuando no eras ese algo que hoy tanto me molesta. ¿Qué puedo hacer ahora que sé que sos el obstáculo que me está enloqueciendo? Quiero caminar por los pliegues de mi cerebro, pero no puedo; porque te apareciste cuando pensé que conocía cada rincón de mi Paraíso.  Amaba sentarme en ese lugar, la mejor zona de la tierra y del Universo entero, para mí, se ubicaba en mi cabeza; yo sola tenía el mapa para llegar al centro, hasta que lo perdí, y vos lo encontraste.
Cualquier persona normal, cualquiera de esas personas que disfrutan de sentarse a mirar la televisión colmada de amarillismo, o cualquiera de esas personas que entregan su dignidad y su esfuerzo para comprarse aquellos pantalones que tanto necesitan, a pesar de tener cinco más guardados en el armario sin usar, cualquier ser humano decente habría echado un rápido vistazo al papel y lo habría lanzado en el tacho de basura, como si fuera una pelota de básquet; o es más probable que se halla adueñado del dinero que estaba escondido en su interior y luego habría de lanzar el bollo en el suelo. Maldigo el día en el que tu mamá te engendró, si tan solo hubiera usado un preservativo; vos no estarías acá y yo estaría perdida de tanta claridad mental. Sabría todo,  tendría en mi mano el recorrido que debo hacer para llegar al centro de la respuesta a todos mis problemas, a pesar de que estos inconvenientes no habrían sido materializados si no estarías vivo, porque vos fuiste el detonante del conflicto interno que me está matando.
Lamentablemente, hallaste el mapa, y también los dos billetes mugrosos de dos pesos que estaban escondidos dentro del papel que señalaba mi interior. Los hallaste, y tuviste el descaro de buscarme y comprar mi dignidad, la pagaste con los mismos billetes que me robaste; porque eso es lo que hiciste, me hurtaste el alma, te quedaste con algo que ni si quiera sabía que me pertenecía, hasta ahora; que siento que un vacío me está invadiendo, de la misma manera que me plagaste vos cuando dijiste que me amabas y que esperabas que yo también lo haga. Me miraste con unos ojos que me acuchillaron, estaba desangrándome; pero ya no me interesaba, estaba feliz; la mirada triste y soñadora me amaba… ¿Qué otra cosa más podía pedir? Yo también amaba a esos cuchillos que me perforaban las pasiones, tenía un agujero que se expandía cada vez que la musicalidad de las letras que constituían tus declaraciones hacían contacto con mis oídos; siempre expectantes de capturar otro de esos hermosos sonidos.
¿Te acordas del día que te fuiste y le sacaste filo a tu brillante navaja? Me lastimaste mis sentimientos débiles por el fulgor de tus ímpetus, me dejaste tirada como una muñeca de trapo. Te odie, te habría asesinado, pero de nada me habría servido; debido a que dejarte sin vida era sinónimo de enterrarme en un cementerio viva. Abriste un hueco en mí que ya no sé cómo cerrar, me pondría de rodillas con tal de que me devuelvas la llave de mi libertad; empezaría a creer en la Virgen si tres Ave María me bastaran para rellenar el agujero. Ese maldito poso que abre lugar para el advenimiento de una gripe de tristezas y de un dolor de aorta agonizante. Rifaría mí cuerpo con tal de que me den un tapón para esconder ese vacío que me convierte en el objeto inanimado más confundido que se puede conocer, o no.
Por favor, dame eso que me quitaste. ¿No te doy lástima? Quiero darte pena para que me des lo que me has quitado, no me interesa quedar como una “cualquiera”, porque yo sé que no lo soy. Soy una mujer confundida, que ya no sabe cómo actuar. La situación me superó, estoy en el plan “Z” del abecedario, es lo último y lo único que me queda…
Tirada en el piso esperando encontrar lo que perdí con vos. Recorriendo más de diez cuerpos por día; deseosos de una pronta y placentera entrega. Caminando por una ruta en la que solo pasan  hombres sin principios, humanos repugnantes que quieren hallar la porción de su alma robada. Sacan sus billeteras pensando que mis senos son la alcancía de los ahorros necesarios para comprar ese algo perdido. Me tocan pensando que soy el picaporte para pasar a un mundo mejor, sueñan con la utopía de hallar lo trascendental en lo carnal, me quitan la ropa como si ver mi cuerpo desnudo los hiciera observar por un instante su objeto desaparecido… Si tan solo supieran… Si sólo supieran que nunca van a hallar en mí eso que esperan, si sabrían que ambos estamos esperando un colectivo sin número ni boleto… Se averió la máquina para colocar la tarifa, creo que nunca van a arreglarla…


martes, 7 de mayo de 2013


Era del tipo de personas que cree que todas las cosas se resuelven mediante la utilización de las manos. Cuando se cruzaba a una persona por la calle levantaba su mano y la sacudía en señal de saludo, si tenía hambre sostenía con sus manos el alimento que luego introducía en su estómago, utilizaba sus manos para girar el picaporte que le abría la puerta para dirigirse a algún lugar, colocaba una mano en el hombro de la persona a la que deseaba robarle la atención, en momentos de felicidad sus manos desperdigaban delicadeza y armonía, en situaciones de furia o enojo ellas se encargaban de transformar el ánimo de quien se hallara cerca en un Infierno... En fin, llevaba una lista de cosas que hacían sus manos por él en su libreta de bolsillo, era un fiel defensor de los derechos de las manos en disidencia con los poderes que acompañaban a la cavidad bucal. Contaba con la certeza de que las cosas eran tal y como se las planteaba, ante algún comentario contrariado de sus ideales recurría al elemento esencial de su teoría, toda su vida giraba en torno de las Leyes de la Constitución de su propia Nación, un Estado en el que los impulsos valen más que las palabras pensadas.
Un día, hace muchos años, cuando pequeño y su fuente de diversión era charlar como un loro, cometió un grave error. Tal era la seriedad del asunto, que le valió un golpe que lo enmudeció por gran parte de sus vida. La equivocación que tanto revuelo ocasionó estaba relacionada con la falta de respeto, en una familia religiosa se valoran mucho los cánones eclesiásticos, especialmente aquellos relacionados con la honra hacia la familia. ¡Que barbaridad! ¿Cómo se había atrevido a contradecir a su padre? ¿Qué no tenía razón? ¡Que horror es lo que acabo de leer! ¡Los mayores siempre saben todo! Principalmente si se trata de gente adulta perteneciente a tu sangre...
El día en el que dejo de hablar, coincidió con el día en el que expresó sus ideales por primera vez. Estaba indignado, enfermo de verborragia. Tres días en camas para curar a este pobre niño. Imagínense si la vacuna  contra la verdad ya habría caducado su fecha de vencimiento... Terrible...
Afortunadamente recibió el remedio ante la autenticidad antes de que la plaga de la verdad llegará a su sangre, contaminando todo su organismo, sin dejar rastro alguno de una casta pura de necedad.
A partir de ese día, mejoró su comportamiento notablemente, ya no conversaba con la gente en la plaza; porque sabía que ello lo podía llevar a caminos en los que no era "recomendable" ir.
Recibió una sacudida. Ya no hablaba mucho, solamente emitía palabras en los momentos en los que le parecía que la situación desbordaba el idioma de los gestos manuales. Llego a estar días y días sin largar un solo ruido de su boca, cinco meses fue la cantidad máxima de tiempo en el que se mantuvo en silencio por no sentir el deseo de tener que comunicarse a través de los chasquidos ligeros que produce la lengua al soltar los pensamientos que encierran los dientes en la boca.
Durante el período en el que estuvo sin comunicarse oralmente, utilizó la fuerza de los puños más de cien veces, llegando a resultados bañados de una eterna impotencia; que le susurraba al oído palabras alentadoras de la violencia, en las que los puños ensordecían la conciencia  que mordía a su lengua.
 A los quince años, en una de sus tantas peleas, perdió el poco quicio que nadaba en su materia gris, ya no veía más a las cosas, o al menos no las observaba de la misma manera que lo hacía antes, su padre ya no le enderezaba la joroba de la rebeldía, pero; eso no hacía diferencia alguna, ya que estaba marcado por la enseñanza que tanto le había brindado en sus jóvenes años.
Las palabras sin materializar se apolillaron en su cabeza, su cráneo era duro como un roble; ya nadie lo podía atravesar, ni si quiera él...

martes, 2 de abril de 2013

Está fuera de sí, intenta hablar pero no le salen las palabras, porque si las larga puede llegar a morderse la lengua, y el dolor es enemigo del socorro. Está esperando que se alejen de él para poder pedir auxilio, no puede respirar con tanta gente alrededor, tampoco puede contar lo que le pasa, porque nadie lo escucha, le dicen que se mantenga callado, que no cierre los ojos, si los cierra se puede dormir, y no es bueno tener a un cuerpo convulsionado a punto caramelo, o mejor dicho, a punto caramelo quemado.  Es blanquito, muy blanquito, está pálido, y verde,  y morado, su matiz muta. Me recuerda a un arco iris con colores pasteles, colores que en su época de mayor esplendor llegaron a estar bañados en purpurina, pero que ahora son solo colores dentro de los ojos de un perro.  Está gris. ¿Estará recordando? No, se acercó demasiado a la luz, le dije que no haga eso, pero bueno, es un rebelde sin causa, que otra cosa se podría imaginar de él. Se le van a reventar los ojos si los siguen abriendo tan exageradamente para observarlo. Un poco de aire por favor, es solo un cuerpo convulsionando, carne y eso otro que tiene un nombre complicado, en la punta de la lengua lo tengo, hablando de lengua, tengan cuidado, se puede llegar a morder la lengua, o se la puede llegar a tragar. Si me clavo los dientes en mi propia lengua quizás recuerde que era lo que venía a hacer acá, aunque no creo que era eso lo que quería recordar, porque estaba hablando de otra cosa, debe ser asunto de poca importancia, cuando uno se olvida de algo es porque no tiene gran relevancia en la vida, ah, cierto, esta convulsionando.
Marrón, negro, marrón, negro, celeste. Cuantos ojos, que lindos ojos, cuando deje de saltar sobre el suelo va a asaltar un hospital para llevarse los ojos de todos los niños, posiblemente hoy sea su día de suerte, nada mejora, la próxima parada va a ser el hospital. Cuando recupere el control de su cuerpo va a ponerse los guantes de látex blancos para hacerlo. Debería anotárselo en una agenda, porque  su memoria ya está llena, los recuerdos le pasan por sus binoculares internos como si fueran diapositivas, pero necesita los ojos,  una docena de ojos van a servir para estudiar la anatomía humana, y para tratar de descubrir el uso de los muchos e inservibles órganos con que cuentan  los seres humanos.
Frío concentrado en un fierrito, se le congelo una vena, algo está dentro suyo, se le aflojaron las comisuras de la boca, parece una seda, está sedado, pero  sigue sintiendo, y siente que alguien se confundió, no necesitaba ser sedado, se confundieron de medicina, siempre hacen eso los doctores,  se  hierven las neuronas tanto con sus estudios, que después olvidan que hacer en cada caso.

¡Un doctor! ¿Alguien vio un doctor?
¡Yo soy doctor señora! Sí, definitivamente hay que ayudarlo, llamen a la ambulancia.
¡Que no tarde! ¡Apúrese! ¡No ve lo que le está sucediendo!
Lo sé señora… Estamos haciendo todo lo que podemos…  ¿Alguien tiene un poco de tranquilizantes a mano?
¡Yo! Siempre llevo medicinas en mi cartera, y también siempre llevo un poco de morfina en venas… Usted ya sabe cómo son estas cosas doctor… Uno nunca sabe cuándo puede hacer falta un poquitín de productos farmacéuticos…  ¡Precaución sobre todo!

Como le arde la frente, como lo tranquiliza la morfina, como se desvanece, como extraña la lucidez. Está oxidado pero por lo menos tiene color. Se oxidó de la misma manera que se oxidó la aguja de la generosa muchacha que le convidó un poco de su morfina…
¿Qué sería del mundo sin esta gente tan generosa? Gracias al señor que existen este tipo de personas, sino estaríamos todos como él, convulsionando, dándonos pequeños piques contra la lustrada porcelana del suelo, como una pelota de básquet, toca el suelo, y salta, pica, pica, la mano se cansa de picar, sigue picando, pica, pica, deja de tener energía,  se queda en el suelo, extraña a la mano.
La mano aparece, y vuelve el frío a su sangre, ahora lo dejan hablar, pero ya no quiere hablar más, porque se olvidó de lo que quería decir en el momento en el que no lo dejaban hablar. Le dicen que está enamorado, tiene cabeza de novio porque no retiene si quiera la yerba que tendría que haber ido a comprar al chino. Lo bueno es que nadie necesita yerba, porque no es momento para mates. Siente los coágulos cristalizados, pero es solo una sensación, recuerda la yerba, da media vuelta y va al supermercado de la esquina.  Discuten, todos discuten, porque el precio está mal puesto, porque la inflación los tiene a todos en la lona, porque te quería decir algo y me olvide que era.

¿Escuchan ese pitido?
No.
No.
No.
¡A vos te parece! ¡Todos los días me aumentan el precio de la yerba!

Eso era, la yerba, va a buscar la yerba, y olvida nuevamente que era lo que quería hacer, agarra la yerba instintivamente, pero no se acuerda que quería agarrar la yerba, sólo la toma porque la tiene adelante, y le simpatiza el burro que tiene en su paquete. Sigue escuchando el pitido, pero ahora sabe que nadie lo escucha, entonces se queda tranquilo, no es un sonido relacionado con el juicio final ni nada por el estilo, es sólo un pitido que ya se va a ir.

Era tan buen chico, siempre calladito, una vez me ayudo a cruzar la calle… Pero algo ocultaba, creo que le faltaban un par de jugadores, escuchaba pitidos y cosas raras.
Siempre me generó desconfianza… Para mí algo ocultaba… No sé, no sé…
¿Vos decís que llamemos al doctor de vuelta?
¿Para qué? Ya está muerto, no va a poder hacer nada el pobre… Mejor dejémoslo que siga durmiendo que es domingo y muy temprano…
Toda la razón Mónica, el pobre del doctor se pasa los sábados haciendo guardia… Que culpa tiene que a este loco se le haya caído un paquete de yerba en la cabeza y haya terminado estirando la pata…

Sangre, pitidos, conversaciones, hablan de él, si hablan de él, hay esperanzas, eso es bueno, quizás la ambulancia venga dentro de dos minutos, quizás venga dentro de dos horas, quizás el dueño del supermercado lo suba arriba de su auto, tal vez lo están embolsando para que no tenga frío, posiblemente el cierre que sube hasta su cabeza está para conservar el aire caliente de su cuerpo.
Frío, frío en las venas, frío en la sangre. Frío en el alma.

jueves, 28 de marzo de 2013


Una cama con acolchado azul, un azul tan apagado que si lo mirabas con atención podías descubrir que en realidad no era azul; sino que era gris, una mezcla entre blanco y negro, con más negro que blanco, y una pizca de azul. Era como ver un cielo que  en determinada hora  del día estuvo celeste, como la lona de una pelopincho, pero que ya no lo estaba; debido a que la claridad fue oscurecida por una nube negra como la noche; prometedora de chaparrones  y de algunas centellas.
Sobre la frazada había una almohada vieja y raída, con tanto uso que ya se había disminuido a la mitad de su tamaño real; la cabeza tiene un peso mayor que el resto del cuerpo, esta alberga kilos, litros, kilómetros, y también centímetros de jugosas y pesadas ideas, de las buenas y de las malas, entonces imagínense como puede llegar a quedar el mísero pedazo de goma espuma que constituye al mini colchón de nuestro cráneo. Más debajo de este, había un gran bulto; una deforme redondez que subía y bajaba lentamente,  al compás del tic tac del reloj de pared que le había obsequiado la abuela Rita al enterarse de que la pareja con la que estuvo durante cinco largos e interminables años, ya no existía, había desaparecido de un momento a otro, como las nubes que asimilaban al acolchado, como el mal aliento mañanero que se esfuma con un Beldent de menta, como la sonrisa se escapa de la boca al enterarse de una desilusión del corazón. Fue un gesto de lástima, regalar un reloj tras una ruptura amorosa, es extraño, quizás fue un intento de secar las lágrimas que no corrían por las mejillas, o fue simplemente una manera de gritar sin emitir palabra “el tiempo vuela”.
Bajo la colcha había una persona, que sonreía al recordar el día en el que el supuesto amor de sus veinte años de vida le había pedido que se mudara con él a su departamento en el medio del campo, pudo visualizar la carcajada que emitió ante la loca propuesta, seguida del  beso que le acarició cada una de sus venas que iban dirigidas al corazón, un contacto de bocas con mucho más poder afirmativo que cualquier “si” o movimiento con la cabeza de arriba hacia abajo. Al parecer la felicidad que llego a tener en aquel día fue tan grande, que aún dejaba marcas que habían sellado el alma hasta el punto de decir que la alegría vivía presente en su espíritu; siempre y cuando recordara la voz ronca que le proponía hacer un cambio en su hermosa, pero terriblemente monótona, vida.
Siguió riendo durante mucho tiempo, pero ya no era una risa que marcara regocijo, ahora era una risa de pena, pena de darse cuenta que al cambiar de vida, todo seguía igual, la rutina no había cambiado, ni nunca iba a cambiar, porque ella era la que inconsciente insistía en no romper con aquella serie de acciones que en un momento tanto placer le habían dado. Se resistía a pensar que el estar en una cama ajena no hacía el cambio, porque solo era un lugar para dormir, y el descansar no va a modificar lo que necesita transformar el despertar.