viernes, 7 de junio de 2013

La presidenta de un país ubicado al sur de Norteamérica, en una zona denominada Sudamérica; descubrió que una manera de mejorar el estatus del país era mediante la incentivación de la fabricación de mermelada de frutas, por lo cual decidió utilizar gran parte de los fondos estatales en la construcción de infraestructura adecuada para que se puedan realizar las actividades correspondientes para la obtención del producto final. La otra parte del dinero la empleó para pagar los sueldos de los participantes en el proyecto en cuestión, y los sobrantes económicos los invirtió en un plan “X”. Este último era desconocido para todos, nadie sabía en que se basaba exactamente; pero yo no voy a hablar de él, porque ese es tema aparte, además no poseo conocimientos al respecto, y no es bueno hablar sobre cosas que no se saben, ya que uno siempre termina diciendo tonterías inventadas por uno mismo o escuchadas mientras se hace la cola para pagar el kilo de harina comprado en el almacén.
De lo que sí puedo charlar debido a que conozco demasiadas cosas del asunto, es sobre la misteriosa empresa azucarada. Yo fui uno de los primeros aprendices de dicho lugar, es por esa razón que les puedo desvelar gran parte de los secretos de él.
La industria dulcera al comienzo funcionó perfectamente, todos amaban el sabor que imprimía en las personas el sistema implementado por las autoridades; muchas pasiones fueron liberadas y llevadas del dicho al hecho gracias la excelente organización realizada. Era un verdadero honor estudiar allí, pocos países eran los que contaban con un sitio en el que se pueda aprender a ser maestros en el tema…
¡Qué bonitos que fueron aquellos primeros tiempos en los que los estudiantes tenían el placer de degustar la mermelada! Su sabor era exquisito, una cucharada de la sustancia bastaba para llenar a mí ser de autorrealización.
La infraestructura de las centrales formadoras de profesionales en el arte de hacer mermelada estaba en perfectas condiciones, y los educadores sabían cómo hacer que sus alumnos aprendan las cantidades necesarias de azúcar y frutas que había que colocar en la mezcla para obtener un resultado viscoso y sabroso como la victoria.
El pueblo también estaba muy feliz, sus necesidades eran satisfechas correctamente gracias al método mermeladístico. Cada vez que tenían algún problema que no podía ser resuelto por ellos mismos, salían a la ciudad en búsqueda de alguno de los nuevos profesionales; quienes ante las dificultades surgidas en la vida mostraban una brillante solución.
Las voces del exterior halagaban la manera en la que aprendían los jóvenes y adultos que eran introducidos en la industria de la mermelada. Ellos ya habían probado el dulce néctar que brindaban los muchachos con sus manos y mentes maestras; es por eso que adolescentes recién formados por la educación inicial venían al país como abejas estúpidas hipnotizadas por el néctar de la miel. Migraban para convertirse en parte del panal en donde la abeja reina se preparaba para dominar.
Cuando terminaban de estudiar, si se les presentaba la oportunidad de escapar a otras tierras en búsqueda de mejores condiciones de vida o empleo; lo hacían. El país estaba orgulloso de los profesionales que había formado y que seguiría formando. La arrogancia hizo que la humildad se evaporara de la misma manera que las moléculas de H2O vuelan al alcanzar los 100°C. En el medio de la presunción, los ciudadanos entraron en duda…
 ¿Por qué nuestros profesionales escapan una vez alcanzado el título? ¿El trabajo es el problema?
En ese momento, la parte del mecanismo productor de mermeladas encargado de recolectar frutas para la futura trituración y explotación necesaria para que éstas alcancen su máxima eficiencia; descubrió que sus sueldos no cuadraban con sus expectativas, por lo cual decidieron cortar con el circuito productivo mediante un paro. No volverían a ejecutar sus tareas hasta que sus salarios aumentaran, querían llegar a fin de mes con un extra que los dejara vivir además de pagar las deudas y trabajar todo el día como esclavos. Recordaron que tenían derechos, es por eso que comenzaron a protestar sin interesarse por las frutas que estaban siendo devoradas por las diversas alimañas que circulaban por la zona. Al principio, las frutas no se quejaban; les gustaba quedarse en donde estaban, creían que era mejor quedarse estancado en el lugar que estaban sin hacer nada, antes que ser extirpadas de sus orígenes para ser lanzadas al mundo real, una zona habitada por la presentación de asuntos peores que las alimañas que vagaban por la tierra en la que se hallaban.
El paro que comenzó un día, se convirtió en costumbre. Todos los movimientos quedaban varados por un tiempo hasta que la presidenta y el resto de los miembros que constituyen al Gobierno, decidían escuchar las voces del reclamo de modo superficial para poder continuar con su brillante sistema educativo de la mermelada. Los profesores en la materia de recolección quedaron satisfechos al recibir su dinero, pero ya no estaban más interesados en su profesión, solamente unos pocos seguían ejerciendo con el mismo vigor y la misma paciencia que utilizaban cuando eran unos inexperimentados en su empleo. Por otro lado, las frutas ya no demostraban interés en escuchar las palabras que largaban sin ganas algunos profesores, y tampoco tenían ganas de oír las melodías que largaban al explicar aquellos apasionados en la enseñanza. La huerta comenzó a ser invadida por gusanos que conducían a la pudrición a los futuros productores de mermelada. Algunos docentes observaban esto con tristeza, otros solamente miraban de la misma manera que ojeaban su billetera al llegar fin de mes. Cansados de la situación, decidieron hacer otra huelga. Las frutas podridas festejaron, ahora podrían seguir consumiéndose por los insectos que lentamente invadían su interior.
Esta vez, la presidenta no quiso dar el aumento automáticamente; haberlo otorgado sin cavilar hubiera sido sinónimo de debilidad, por lo cual decidió hacer oídos sordos al tema, mientras continuaba ocupado en el proyecto “X”      y en la producción de la mermelada. Cierto día, los profesores pertenecientes al sector industrial de la mermelada, notaron que no habían frutas para continuar con el proceso, por lo cual se reunieron con la presidenta, quién pensaba que de ninguna manera se podía paralizar la producción; ya que esta era una de las actividades mejor realizadas del país. Detener el proceso, hubiera representado una catástrofe; ya que la falta de la maravillosa mermelada, habría convertido al país en turbio, los ciudadanos siempre adulaban al generador de dulzor, su eliminación o empeoramiento estructural habría producido que sus miradas tomen otro rumbo; por lo cual, notarían los otros inconvenientes que estaba atravesando el país.  Es por ello que decidió bajar la exigencias que se ejecutaban sobre las frutas, de manera que aquellas que todavía no se hallaban en condiciones para formar a ser otra cosa más de lo que eran; fueron mandadas hacia las centrales mermeladísticas, donde fueron utilizadas para producir mermelada. Algunas de las frutas podridas también sufrieron el mismo destino, al mismo tiempo que los paros continuaban y se hacían cada vez con más frecuencia, pero eso no importaba; ahora las cosas eran más fáciles, millones de oportunidades eran brindadas para que el recorrido no culminara.
¡Que inteligente nuestra abeja reina! La mermelada continuó generándose, pero ya no era la misma, era una jalea dura y desagradable; que no podía ser olida sin arrugar la nariz y fruncir la boca en señal de asco. Los profesionales dejaron de ser como eran, ya no sabía cómo hacer para que sus productos sean buenos; tampoco estaban preocupados en ser eficientes, ya nadie quiere hallar una mermelada real, los ciudadanos ahora se conforman con consumir una confitura agría e insulsa, generada por frutas que aún no son conscientes de que son frutas y de que al serlo pueden realizar cosas hermosas, en vez de esperar que los gusanos acaben con sus vidas.