viernes, 10 de mayo de 2013


Se terminó. Listo. Problema solucionado. ¿Por qué complicarnos con mentiras hacia nosotros mismos? Lo más triste es que somos conscientes de la omisión de verdad que estamos realizando, pero la tapamos, la escondemos con argumentos que inventamos instantáneamente para no pensar en ESO. ¿Qué es ESO? Oh, la verdad es que no tengo ni la menor idea, estas son solamente palabras, muchas palabras, todos las decimos a diario; así como también todos comemos, vamos al baño a realizar nuestras necesidades fisiológicas y respiramos.  Ahí está. De vuelta las palabras que nos engatusan y nos envuelven en una burbuja plástica que nos margina de ESO. De vuelta con lo mismo,  encima el encierro no está funcionando como planificaba, se me está empañando la superficie de la burbuja; esto se me está yendo de las manos. Tengo que salir de acá, definitivamente necesito un poco de aire externo, o mejor un respiro tuyo; quiero un suspiro, de esos soplidos de vida que me regalabas cuando no eras ese algo que hoy tanto me molesta. ¿Qué puedo hacer ahora que sé que sos el obstáculo que me está enloqueciendo? Quiero caminar por los pliegues de mi cerebro, pero no puedo; porque te apareciste cuando pensé que conocía cada rincón de mi Paraíso.  Amaba sentarme en ese lugar, la mejor zona de la tierra y del Universo entero, para mí, se ubicaba en mi cabeza; yo sola tenía el mapa para llegar al centro, hasta que lo perdí, y vos lo encontraste.
Cualquier persona normal, cualquiera de esas personas que disfrutan de sentarse a mirar la televisión colmada de amarillismo, o cualquiera de esas personas que entregan su dignidad y su esfuerzo para comprarse aquellos pantalones que tanto necesitan, a pesar de tener cinco más guardados en el armario sin usar, cualquier ser humano decente habría echado un rápido vistazo al papel y lo habría lanzado en el tacho de basura, como si fuera una pelota de básquet; o es más probable que se halla adueñado del dinero que estaba escondido en su interior y luego habría de lanzar el bollo en el suelo. Maldigo el día en el que tu mamá te engendró, si tan solo hubiera usado un preservativo; vos no estarías acá y yo estaría perdida de tanta claridad mental. Sabría todo,  tendría en mi mano el recorrido que debo hacer para llegar al centro de la respuesta a todos mis problemas, a pesar de que estos inconvenientes no habrían sido materializados si no estarías vivo, porque vos fuiste el detonante del conflicto interno que me está matando.
Lamentablemente, hallaste el mapa, y también los dos billetes mugrosos de dos pesos que estaban escondidos dentro del papel que señalaba mi interior. Los hallaste, y tuviste el descaro de buscarme y comprar mi dignidad, la pagaste con los mismos billetes que me robaste; porque eso es lo que hiciste, me hurtaste el alma, te quedaste con algo que ni si quiera sabía que me pertenecía, hasta ahora; que siento que un vacío me está invadiendo, de la misma manera que me plagaste vos cuando dijiste que me amabas y que esperabas que yo también lo haga. Me miraste con unos ojos que me acuchillaron, estaba desangrándome; pero ya no me interesaba, estaba feliz; la mirada triste y soñadora me amaba… ¿Qué otra cosa más podía pedir? Yo también amaba a esos cuchillos que me perforaban las pasiones, tenía un agujero que se expandía cada vez que la musicalidad de las letras que constituían tus declaraciones hacían contacto con mis oídos; siempre expectantes de capturar otro de esos hermosos sonidos.
¿Te acordas del día que te fuiste y le sacaste filo a tu brillante navaja? Me lastimaste mis sentimientos débiles por el fulgor de tus ímpetus, me dejaste tirada como una muñeca de trapo. Te odie, te habría asesinado, pero de nada me habría servido; debido a que dejarte sin vida era sinónimo de enterrarme en un cementerio viva. Abriste un hueco en mí que ya no sé cómo cerrar, me pondría de rodillas con tal de que me devuelvas la llave de mi libertad; empezaría a creer en la Virgen si tres Ave María me bastaran para rellenar el agujero. Ese maldito poso que abre lugar para el advenimiento de una gripe de tristezas y de un dolor de aorta agonizante. Rifaría mí cuerpo con tal de que me den un tapón para esconder ese vacío que me convierte en el objeto inanimado más confundido que se puede conocer, o no.
Por favor, dame eso que me quitaste. ¿No te doy lástima? Quiero darte pena para que me des lo que me has quitado, no me interesa quedar como una “cualquiera”, porque yo sé que no lo soy. Soy una mujer confundida, que ya no sabe cómo actuar. La situación me superó, estoy en el plan “Z” del abecedario, es lo último y lo único que me queda…
Tirada en el piso esperando encontrar lo que perdí con vos. Recorriendo más de diez cuerpos por día; deseosos de una pronta y placentera entrega. Caminando por una ruta en la que solo pasan  hombres sin principios, humanos repugnantes que quieren hallar la porción de su alma robada. Sacan sus billeteras pensando que mis senos son la alcancía de los ahorros necesarios para comprar ese algo perdido. Me tocan pensando que soy el picaporte para pasar a un mundo mejor, sueñan con la utopía de hallar lo trascendental en lo carnal, me quitan la ropa como si ver mi cuerpo desnudo los hiciera observar por un instante su objeto desaparecido… Si tan solo supieran… Si sólo supieran que nunca van a hallar en mí eso que esperan, si sabrían que ambos estamos esperando un colectivo sin número ni boleto… Se averió la máquina para colocar la tarifa, creo que nunca van a arreglarla…


martes, 7 de mayo de 2013


Era del tipo de personas que cree que todas las cosas se resuelven mediante la utilización de las manos. Cuando se cruzaba a una persona por la calle levantaba su mano y la sacudía en señal de saludo, si tenía hambre sostenía con sus manos el alimento que luego introducía en su estómago, utilizaba sus manos para girar el picaporte que le abría la puerta para dirigirse a algún lugar, colocaba una mano en el hombro de la persona a la que deseaba robarle la atención, en momentos de felicidad sus manos desperdigaban delicadeza y armonía, en situaciones de furia o enojo ellas se encargaban de transformar el ánimo de quien se hallara cerca en un Infierno... En fin, llevaba una lista de cosas que hacían sus manos por él en su libreta de bolsillo, era un fiel defensor de los derechos de las manos en disidencia con los poderes que acompañaban a la cavidad bucal. Contaba con la certeza de que las cosas eran tal y como se las planteaba, ante algún comentario contrariado de sus ideales recurría al elemento esencial de su teoría, toda su vida giraba en torno de las Leyes de la Constitución de su propia Nación, un Estado en el que los impulsos valen más que las palabras pensadas.
Un día, hace muchos años, cuando pequeño y su fuente de diversión era charlar como un loro, cometió un grave error. Tal era la seriedad del asunto, que le valió un golpe que lo enmudeció por gran parte de sus vida. La equivocación que tanto revuelo ocasionó estaba relacionada con la falta de respeto, en una familia religiosa se valoran mucho los cánones eclesiásticos, especialmente aquellos relacionados con la honra hacia la familia. ¡Que barbaridad! ¿Cómo se había atrevido a contradecir a su padre? ¿Qué no tenía razón? ¡Que horror es lo que acabo de leer! ¡Los mayores siempre saben todo! Principalmente si se trata de gente adulta perteneciente a tu sangre...
El día en el que dejo de hablar, coincidió con el día en el que expresó sus ideales por primera vez. Estaba indignado, enfermo de verborragia. Tres días en camas para curar a este pobre niño. Imagínense si la vacuna  contra la verdad ya habría caducado su fecha de vencimiento... Terrible...
Afortunadamente recibió el remedio ante la autenticidad antes de que la plaga de la verdad llegará a su sangre, contaminando todo su organismo, sin dejar rastro alguno de una casta pura de necedad.
A partir de ese día, mejoró su comportamiento notablemente, ya no conversaba con la gente en la plaza; porque sabía que ello lo podía llevar a caminos en los que no era "recomendable" ir.
Recibió una sacudida. Ya no hablaba mucho, solamente emitía palabras en los momentos en los que le parecía que la situación desbordaba el idioma de los gestos manuales. Llego a estar días y días sin largar un solo ruido de su boca, cinco meses fue la cantidad máxima de tiempo en el que se mantuvo en silencio por no sentir el deseo de tener que comunicarse a través de los chasquidos ligeros que produce la lengua al soltar los pensamientos que encierran los dientes en la boca.
Durante el período en el que estuvo sin comunicarse oralmente, utilizó la fuerza de los puños más de cien veces, llegando a resultados bañados de una eterna impotencia; que le susurraba al oído palabras alentadoras de la violencia, en las que los puños ensordecían la conciencia  que mordía a su lengua.
 A los quince años, en una de sus tantas peleas, perdió el poco quicio que nadaba en su materia gris, ya no veía más a las cosas, o al menos no las observaba de la misma manera que lo hacía antes, su padre ya no le enderezaba la joroba de la rebeldía, pero; eso no hacía diferencia alguna, ya que estaba marcado por la enseñanza que tanto le había brindado en sus jóvenes años.
Las palabras sin materializar se apolillaron en su cabeza, su cráneo era duro como un roble; ya nadie lo podía atravesar, ni si quiera él...