domingo, 8 de junio de 2014

No sé porque será, pero cada vez que te veo me dan ganas de agarrarte de la mano y llevarte al lugar menos indicado para estar con vos, quiero que conozcas ese lugar al que te negabas a venir por miedo a lo que pudiera llegar a pasar. No tengas miedo, quiero que veas que se siente estar solo un momento conmigo, atrapados en mi sitio favorito, sin escapatoria. Donde nadie escuche tus gritos, donde podamos saltar como si nos estuviéramos hamacando en el columpio del deseo,  hacia el cielo y hacia el suelo, con una dirección inalcanzable que nunca tocaríamos, porque no existe. Ahí es donde quiero llevarte, por más que no me sigas, te voy a llevar, y cuando te pregunté por dónde estuviste ayer, espero que me contestes con la verdad. Decime que tarareamos el sonido del verano durante toda la noche, recítame las palabras que te canté, sóplame al oído para hacerme recordar que todo lo que hicimos en la esquina que nunca quisiste pisar fue algo real.  La adrenalina se está escapando por tu nariz, la puedo ver, vos la podes sentir, como un ovillo de hilo de seda deslizándose por tu mejilla. Ahí está, en el reflejo se ve, pero está del otro lado, entonces no sabría decirte si en verdad está ahí; pero ese gusto avinagrado con una pizca de sal que tiene tu sonrisa, te delata. Te caíste, pero no podes saber dónde fue, porque fue en mi lugar, aquel paraíso que abrí sin llave para vos, haciendo trampa con todas las leyes aplicables en el campo en el que sembraste la semilla del árbol al que subí el otro día. La planta esa que crece cada vez que agarras la máquina para agujerear y dejas un poso en mi seso. No esperemos a que sea la mañana, porque la noche ya no se diferencia más del día, somos libres, la ráfaga de un cielo sin nubes me está empujando a hacer eso que te dije que iba a hacer. No puedo esperar más,  hoy es el día, lo puedo ver  en las hojas violetas del árbol que caen cada vez que tiro de la soga que cuelga de la enorme bola cegadora que cuelga de tus ojos.  Amarilla como el queso, brillante como cola de sirena bajo una lupa. La cuerda ahora es un cabello negro, oscuro como el día cuando deja de ser día, se mezcla entre las tinieblas de la pérdida de la noción y el tiempo.  No pasa nada, a quien le interesa el cabello, miles de cosas me rodean, algo me hace cosquillas en la espalda; parecen hormigas caminando suavemente por mi espina dorsal, pero no lo es, es algo peludo,  una tirita diminuta que se me pega a la mano. Respiro demasiado fuerte, estoy feliz, tengo lo que quiero. La pasión de mi suspiro se traga mi alegría, me pica la garganta, me rasco y saco una soga. La intento colgar sobre la pupila dorada que se asoma entre las nubes del olvido, pero no puedo.  Me agacho para tomar impulso, intento alcanzar el lunar de tu cara, pero está lejos, demasiado lejos. Siento los brazos cortos y las piernas dormidas, mucha presión en mi cabeza me aplasta como el martillo al clavo. Cada vez  más abajo, quiero volver a ese lugar. Te dije que te iba a llevar, voy a hacerlo. Vos pone el temporizador, en menos de una vida te voy a pasar a buscar. Toma asiento, o no. No voy a tardar mucho, estoy mordisqueando a la jaula de ratas en la que estoy. Falta poco, límpiate la nariz, porque ese hilillo cálido ahora es solo una mancha marrón sin vida. Ya vamos a poder sentirnos como cuando tu diafragma jugaba en la plaza, al lado de las hamacas, entre el tobogán y la puerta de salida. Cambiaste la arena por la tierra, pero nada va a cambiar. Te lo prometo. La noche va a ser nuestra mejor amiga, la Luna va a ser nuestro Sol. No voy a guardarte esto que estoy respirando ahora, porque quien lo quiere, cuando te tengo a vos, lléname de tu aire inexistente, dame un soplo imaginario de ese viento que ya no respiras.

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